El primer grito me alzaba la piel en un estremecimiento verde. El segundo grito se me hunde en los ojos y es una brasa. Al tercer grito reconozco mi voz y me despierto. ¿Què viste?, me preguntan. Ojalà lo supiera, contesto yo. Pero es mentira.
Lucha contra el pecado
Porque mi mano derecha escandaliza, la corto y arrojo fuera de mì. Ella camina muy oronda sobre sus cinco patitas por toda la casa y, lo que es màs grave aùn, sìgue escandalizando.
Los peligros del mar
¡Arriad el foque!, ordena el capitàn, ¡Arriad el foque!, repite el segundo, ¡Orzad a estribor!, grita el capitàn, ¡Orzad a estribor! repite el segundo. ¡Cuidado con el bauprès!, grita el capitàn. ¡Cuidado con el bauprès!, repite el segundo. ¡Abatid el palo de mesana!, grita el capitàn. ¡Abatid el palo de mesana!, repite el segundo. Entretanto, la tormenta arrecia y los marineros corremos de un lado a otro de la cubierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un diccionario, nos vamos a pique sin remedio.
Las cosas de la vida
Los objetos no siempre resultan amenazadores. A veces, incluso son amables. Los domingos en la mañana, sin ir màs lejos, la mesita de luz, me trae el desayuno.
Severa custodia
El sector de mis sueños està bien protegido. Doble cerca de alambre de pùa, dragones con cola de perro, centinelas armados. Sin mi permiso no dejan entrar a nadie. A mì, en cambio, me meten a la fuerza.
Porque mi mano derecha escandaliza, la corto y arrojo fuera de mì. Ella camina muy oronda sobre sus cinco patitas por toda la casa y, lo que es màs grave aùn, sìgue escandalizando.
Los peligros del mar
¡Arriad el foque!, ordena el capitàn, ¡Arriad el foque!, repite el segundo, ¡Orzad a estribor!, grita el capitàn, ¡Orzad a estribor! repite el segundo. ¡Cuidado con el bauprès!, grita el capitàn. ¡Cuidado con el bauprès!, repite el segundo. ¡Abatid el palo de mesana!, grita el capitàn. ¡Abatid el palo de mesana!, repite el segundo. Entretanto, la tormenta arrecia y los marineros corremos de un lado a otro de la cubierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un diccionario, nos vamos a pique sin remedio.
Las cosas de la vida
Los objetos no siempre resultan amenazadores. A veces, incluso son amables. Los domingos en la mañana, sin ir màs lejos, la mesita de luz, me trae el desayuno.
Severa custodia
El sector de mis sueños està bien protegido. Doble cerca de alambre de pùa, dragones con cola de perro, centinelas armados. Sin mi permiso no dejan entrar a nadie. A mì, en cambio, me meten a la fuerza.
El zumbido y el miedo
Con una mueca feroz, chorreando sangre y baba, el hombre lobo separa las mandìbulas y desnuda sus colmillos amarillos. Un curioso zumbido perfora el aire. El hombre lobo tiene miedo. El dentista tambièn.
Con una mueca feroz, chorreando sangre y baba, el hombre lobo separa las mandìbulas y desnuda sus colmillos amarillos. Un curioso zumbido perfora el aire. El hombre lobo tiene miedo. El dentista tambièn.
Adivina adivinador
Sè que en el fondo de la taza, la borra de cafè dibuja mi destino. Para llegar a conocerlo bebo durante horas, durante dìas enteros el lìquido que lo oculta. El lìquido es oscuro, inextinguible. Beberlo para siempre es mi destino.
Sè que en el fondo de la taza, la borra de cafè dibuja mi destino. Para llegar a conocerlo bebo durante horas, durante dìas enteros el lìquido que lo oculta. El lìquido es oscuro, inextinguible. Beberlo para siempre es mi destino.
Cuidado con las vitrinas
Cuando mi sillòn predilecto avanza por la sala con los brazos extendidos y el paso decidido pero torpe, sè que se trata de un sueño. Vaya a saber què pesadilla lo tiene otra vez asì, sonàmbulo.
Cuando mi sillòn predilecto avanza por la sala con los brazos extendidos y el paso decidido pero torpe, sè que se trata de un sueño. Vaya a saber què pesadilla lo tiene otra vez asì, sonàmbulo.
La puerta cerrada
Detràs de una puerta cerrada es posible encontrar los màs inverosìmiles horrores y tambièn extraordinarias formas de felicidad. Cuando la puerta se abre, el nùmero de posibilidades, que era infinito, se reduce a uno y entramos, por ejemplo, en un baño (es lo màs comùn) o en nuestro propio dormitorio. Y còmo probar que esa realidad que se alza sòlidamente ante nuestros ojos es la misma que nos aguardaba, agazapada, cuando estàbamos tan cerca pero fuera de ella, detràs de esa puerta que volveremos a cerrar al salir para permitir una vez màs el auge y decadencia de los innumerables universos.
Detràs de una puerta cerrada es posible encontrar los màs inverosìmiles horrores y tambièn extraordinarias formas de felicidad. Cuando la puerta se abre, el nùmero de posibilidades, que era infinito, se reduce a uno y entramos, por ejemplo, en un baño (es lo màs comùn) o en nuestro propio dormitorio. Y còmo probar que esa realidad que se alza sòlidamente ante nuestros ojos es la misma que nos aguardaba, agazapada, cuando estàbamos tan cerca pero fuera de ella, detràs de esa puerta que volveremos a cerrar al salir para permitir una vez màs el auge y decadencia de los innumerables universos.
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